Quiero correr muy rápido aunque me caiga y me raspe las rodillas.
Quiero saltar las olas aunque el agua este fría y pueda constiparme.
Quiero trepar a los árboles aunque en el intento me clave alguna
astilla.
Quiero jugar entre la hierba aunque me pique algún bicho.
Quiero mirar al cielo estrellado y pedir un deseo a una estrella fugaz aunque
luego no se cumpla.
Quiero comer helado aunque me duela la tripa o me manche mi
vestido nuevo.
Quiero saltar charcos y bailar bajo la lluvia aunque acabe empapada.
Quiero tener mil aventuras que contar, porque aunque el camino esté
lleno de peligros, el no vivirlas me dejaría sin diversión.
Esto no lo escribí pensando en mí, sino en mi
niña pequeña, y es que a ningún padre le gusta que su hijo se caiga, se
lastime, se ponga enfermo o simplemente se raspe las rodillas pero creo que es
necesario “soltar un poco de cordel”
No podemos tener a nuestros niños aislados del mundo por
miedo a que se hagan daño porque no sólo les estaremos trasladando un miedo
atroz a todo lo que les rodea, una paranoia, sino también les estaremos
privando de vivir. Les estaremos quitando la experiencia de la vida, el
equivocarse y rectificarse, la emoción de las aventuras… nos cansamos de gritar
a los cuatro vientos que se aprende más experimentando pero luego no dejamos
que lo hagan y todo por el miedo.
No quiero que el miedo me paralice, ni a mí ni a los míos.
No se trata de ser un padre inconsciente y dejar que jueguen al filo de una
ventana de un tercer piso, no me refiero a eso, se trata de permitirles la
opción de caerse para levantarse, de mancharse o mojarse sin miedo a reproches,
de jugar y de vivir.
Tenemos que aprender a soltar un poco de cuerda…
pues totalmente de acuerdo, creo que así hay que ser, eso forma parte de su aprendizaje de vida, ¡besos!
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