En casa siempre hemos sido de deportes de equipo y el peque ha
estado en una Escuela de Baloncesto desde los 3 años hasta los 6.
Lo que más me gustaba de ese proyecto es que iba con sus amigos
los Twins y que aprendían jugando. Cada día hacían actividades diferentes con
divertidas dinámicas con las que poco a poco iban mejorando el equilibro, la
puntería, la coordinación, aprendían a trabajar en equipo...
Cuando Eric empezó con las taquicardias y le llevamos al cardiólogo
nos dijo que debido al tipo de extrasístoles que sufría (siempre en reposo) una
de las cosas que no podía dejar era el deporte. Ese día la cardióloga con él
delante nos dijo "da igual si juega al fútbol, al baloncesto, va a
natación... pero un deporte como el karate, judo o kung fu le va a servir para
tener un control de su cuerpo cuando le den taquicardias y además le va a
enseñar a mantener la calma”
Mi peque se quedó con la idea y en septiembre nos dijo que no
quería volver a baloncesto, que le gustaba, pero que quería probar con Kung Fu.
Hemos tenido la inmensa suerte de encontrar las clases a 100
metros de casa, con la comodidad que eso supone, y la valoración es muy
positiva.
A Eric le gusta muchísimo, tengo que reconocer que mucho más que
baloncesto, el grupo es muy variado (con niños y niñas) y lo que más me gusta
es que siguen aprendiendo con dinámicas basadas en el juego.
Realizan juegos de equilibrio, de coordinación, de cooperación,
siguen trabajando en equipo, enseñan a los mayores a ayudar a los pequeños con
determinadas posturas o ejercicios y lo mejor de todo es una clase muy
divertida.
Me gusta mucho la calma con la que su profesor da la clase, no hay
ni un grito, ni una mala cara, habla muy tranquilo, pausado y todos le escuchan
absortos (y hay niños de apenas 4 años)…
Hay que reconocer que es un deporte muy divertido (saltan, trepan,
hacen piruetas, escalan...) y muy llamativo para los espectadores y, lo más importante, mi niño está feliz con esta actividad. ¿Qué mas le puedo pedir?
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