Cada vez es más habitual escuchar a la vecina del quinto, al
frutero, a las mamás del parque, del cole o a los compañeros de trabajo decir:
- Mi hijo con ocho meses ya andaba...
- Pues el mío con 12 meses sabía decir
papá, mamá, abuelo, abuela y esternocleidomastoideo.
- Pues el mío aprendió a montar en bici
sin ruedines con 3 años.
- Mejor mi sobrino que con apenas 5 años
se sabe todas las tablas de multiplicar....
Podría seguir dando ejemplos
"exagerados" pero creo que ha quedado claro el mensaje, cada vez más
los padres/madres/tíos/abuelos presumen de lo rápido que sus
hijos/sobrinos/nietos hacen las cosas, parece ser que nos hemos metido en una
espiral en la que los niños "normales" no sirven, tu hijo tiene que descartar
desde el minuto uno en algo o sino "no mola"
¿Qué nos está pasando?, ¿en serio tenemos
tantas ganas de presumir de niños como si fueran trofeos?, ¿de meter a nuestros
pequeños en esta espiral de competitividad desde el minuto uno?, ¿qué queremos
conseguir con todo esto?
Hay niños que andan antes, otros que
hablan muy bien, unos desarrollarán antes su aparto motor y otros el lingüístico
o al revés o no, o simplemente seguirán su propio ritmo y aprenderán a andar
cuando su cuerpo esté preparado o hablar cuando su cerebro realice todas las
conexiones oportunas.
Me duele ver como muchas madres se agobian
porque sus hijos no hacen esto o lo otro y el hijo de fulanito sí, me duele
pensar que muchos padres se sienten "defraudados" al ver que sus
hijos tienen un ritmo de crecimiento y aprendizaje normal y no sobresalen en
nada y no pueden "presumir" y lo que más me asusta es pensar en cómo
se sienten esos niños, comparados con otros continuamente y agobiados por
conseguir algo para lo que todavía no están preparados.
A mí, como a cualquier madre, me gusta ver
como avanzan mis pequeños, como día a día o mes a mes logran pequeños hitos que
les ayudan a crecer, pero me pongo contenta por ellos no por presumir ante mis
lectores o los vecinos.
Hace tiempo que determinados
conocimientos, sobre todo de Eric, me los guardo para mí y los míos, porque me
he dado cuenta que no necesito proclamar a los cuatro vientos que mi hijo hace
tal cosa, porque quiero que sienta que estoy orgullosa de él en todo momento, y
sobre todo porque no quiero que se sienta como un trofeo.